miércoles, 20 de agosto de 2008

El Barrio Antiguo de Monterrey. Tradición y leyenda (Nuevo León)

En el Barrio Antiguo, según cuentan las crónicas y las voces heredadas de generación en generación, se vivió siempre en armonía absoluta. Las familias avecindadas en ese espacio urbano eran como una sola, tanto en los sucesos alegres como en aquellos marcados por el dolor.

La religiosidad caracterizaba al pueblo de aquellos días: era obligada la asistencia a misa diaria de cinco o a las que tenían lugar a lo largo del día en Catedral; desde luego, no se podía faltar al rosario ni a la hora santa que durante muchos años el padre Jardón-fundador de la Congregación Mariana- celebró exclusivamente para los señores. Andrés Jardón, su hermano, recitaba el rosario en los velorios de los vecinos y les acompañaba hasta el panteón para rezarlo ante el sepulcro.

También se asistía a misa o a otros actos piadosos en, la capilla del Colegio de San José, los vecinos en el ala que daba a Abasolo y las alumnas internas en la nave que miraba hacia el patio.

Por muchas décadas vivieron en el Barrio Antiguo, además del padre Jardón -a quien la gente veía pasar rodeado de niños y haciendo flotar su enorme capa negra-, el canónigo Juan Treviño, mejor conocido como "el padre Juanito", y el padre Juan José Hinojosa, a quien no pocos vieron en levitación no sólo al celebrar los oficios, sino también cuando caminaba por la calle con su semblante de asceta.

Durante el rigor del verano las aceras se poblaban de sillas y mecedoras austriacas o de la Malinche. Allí se saludaba con afecto a don Celedonio Junco, que pasaba con el periódico bajo el brazo, o al general Garza Ayala, quien, a decir del doctor Gonzalitos, manejaba tan bien la pluma como la espada. Entretanto, los muchachos en la calle jugaban sin riesgo alguno a la roña, a las escondidas, a los encantados o al burro saltado.

Los cumpleaños y los días de santo de jóvenes y mayores eran motivo de convivencia y de alegría en la merienda y en la ingenua piñata; igual desbordamiento se observaba durante la temporada navideña en las posadas y pastorelas.

En cada casa había un piano o se tocaba algún instrumento como el violín y la guitarra. Fueron famosas las tertulias de la casa de don Celedonio Junco; las canciones, los versos y las improvisaciones hacían la delicia de los asistentes.

Por su parte, las muchachas formaban estudiantinas y participaban en las fiestas cívicas y sociales. Era tal la alegría que propios y extraños llamaron a esa zona “ el barrio de Triana”.

Era común que además del comentario sobre los acontecimientos políticos o de la Revolución, o sobre el último capítulo de la novela por entregas que incluía El Imparcial, la conversación bordara sobre lo acaecido en el barrio: la niña que se cayó del balcón, don Genaro que salió de su tienda y jamás volvió, el joven a quien se le desbocó su caballo y le arrastró varios metros, etcétera.

Algunos sucesos tenían tinte violento, como el del oficial que exigió a la familia Castillón desalojar su casa en 24 horas, para hospedar en ella a Carranza, sin conocimiento de éste. Otros eran de carácter chusco, como el de la muchacha que concertó con su novio la fuga y acordó llevar un manto verde para identificarse. Su abuela, única persona con quien vivía, iría a misa de cinco, y esa sería la hora oportuna para escapar. Pero la abuela tomó el manto de la nieta, que fingía dormir. El enamorado galán, al identificar el manto, la tomó en sus brazos y la subió en su caballo, pero en el-primer farol encendido se dio cuenta de la confusión. Cuentan que la abuela iba eufórica en brazos del jinete.

La leyenda se ha enseñoreado también en el Barrio. Ruidos, pasos y sombras se oyen y se ven en los antiguos caserones. Huesos enterrados en el tronco del nogal; túneles secretos de la catedral al colegio; mujeres emparedadas en los gruesos muros; coronas de imágenes que al frotarlas hacen realidad los deseos; pianos que tocan solos; o algún caballero endeudado que a punto del suicidio encuentra en la puerta norte de la catedral a un obispo que le entrega la suma de dinero para que salve el compromiso.

Historia, tradición y leyenda, eso ha sido el Barrio Antiguo a través de los siglos. Su significación y rescate restituirán a Monterrey este bello girón de su pasado.

martes, 12 de agosto de 2008

El peregrino inocente, condenado

En los confines de Francia habitaba un piadoso matrimonio de grandes virtudes y profunda religiosidad, siendo los dos muy devotos de la Virgen María. Hacía quince años que se habían casado y no tenían hijos, por lo que, aunque dichosos en su Matrimonio, su anhelo constante era tener un hijo, y continuamente se lo imploraban a Dios y a su Madre divina, sin que hasta entonces hubiesen conseguido el sueño de su vida, en el que cifraban todas sus ilusiones.
No habían perdido, sin embargo, la esperanza de tenerlo, y seguían pidiéndoselo a Dios encarecidamente. Una noche, cuando dormían, se les apareció en sueños santa María anunciándoles que Dios les concedería un hijo, pero con la condición de que le llevasen, cuando fuese mayor, en peregrinación al sepulcro del apóstol Santiago.
Al despertar el matrimonio, con inmenso gozo, se comunicaron sus sueños, convenciéndose, al ver que los dos habían tenido el mismo, de que era una aparición divina, y juntos fueron a dar gracias por ello a la Madre de Dios. Pasados unos meses, la mujer dio a la luz un hijo, varón, al que impusieron el nombre de Jacobo, por devoción al apóstol Santiago, considerándose el matrimonio más dichoso del mundo con aquel hijo que Dios les había concedido.
EI niño se criaba hermoso y guapo, y a medida ,que iba creciendo, iba despertándose su gran inteligencia y aumentándole su bondad, haciendo de él un conjunto de perfecciones que constituía el orgullo de sus padres y el encanto de cuantos le conocían. Cuando ya tuvo quince años, los padres decidieron cumplir el mandato divino, y emprendieron con su hijo la peregrinación a Santiago de Galicia, para postrarse ante el sepulcro del aposto y darle gracias por su merced.
A la mitad del camino, en Nájera, se alojaron para pasar la noche en una hospedería de peregrinos. Los atendió una hija del hospedero, muy joyen, que, prendada de la belleza del muchacho le asedió hasta descubrirle su amor, pero fue por él despreciada. Ella, llena de coraje al verse desairada, sintió deseos de venganza y concibió una diabólica idea. Espero a que el muchacho estuviese dormido, y, entrando sin hacer ruido en su habitación, escondió en su saco de viaje. entre sus ropas, un precioso cáliz de oro, labrado por un afamado artífice y adornado con perlas y piedras preciosas de incalculable valor.
Al amanecer del día siguiente emprendieron de nuevo su ruta los peregrinos, haciendo el camino entre plegarias al apóstol. Cuando ya habían recorrido cerca de cinco kilómetros, fueron alcanzados por el hospedero, su hija y algunos acompañantes más, acusándolos de haber robado un cáliz. Los peregrinos lo negaron rotundamente, jurando por lo más sagrado que ellos no habían cogido nada. Pero la hija afirmaba que habían sido ellos, porque habían bebido en él los últimos, desapareciendo de su sitio al momento de su partida. Propuso que para salir de dudas se les registrase a ellos y a sus hatos de viaje. Al abrir el saco del muchacho, encontraron el cáliz con gran sorpresa de los peregrinos que fueron llevados ante las autoridades y denunciado el hijo como ladrón.
Rápidamente se instruyó la causa, condenando al muchacho a morir en la horca por robo, aplicando la ley vigente en el país para los bandoleros, sin que de nada le sirvieran sus protestas de inocencia ni las súplicas de sus afligidos padres.
Al amanecer, el muchacho, con gran serenidad y paz de espíritu, aceptando la voluntad divina, fue conducido entre dos alguaciles hasta el patíbulo, situado en las afueras del pueblo, y allí se cumplió el fallo.
Los padres, sintiéndose sin valor para presenciar la ejecución de su inocente hijo, continuaron su peregrinación a Santiago, llenando los valles con sus tristes lamentos y regando los caminos con sus amargas lágrimas, sin encontrar consuelo a su horrible dolor. Durante cinco días y cinco noches caminaron sin descanso, enloquecidos por la angustia y quejándose al cielo de que les hubiera mandado hacer aquella peregrinación, en la que habían perdido al sol de sus ojos y el aliento de sus vidas, dejándolos condenados a sufrir aquella tortura durante el tiempo que les quedara de vida.
Enajenados por los sufrimientos, no habían pensado antes en dar sepultura sagrada a los restos de su hijo; y entonces decidieron desandar el camino y pedir el cadáver para enterrarlo ellos piadosamente.
Al acercarse al pueblo, el padre iba quejándose a grandes gritos de que Dios no le hubiera enviado la muerte a él en vez de a su hijo, y cuando ya llegaban cerca, vieron a lo lejos el cuerpo de su hijo que seguía colgado del patíbulo; anhelantes, se aproximaron a él y oyeron la voz de su hijo, que les reprochaba sus quejas y su poca resignación ante los designios divinos. Maravillados al oírle, corrieron a abrazar a su hijo, y éste les refirió cómo se le había aparecido una esplendorosa Señora, que era la Virgen María, llena de gloria y majestad, con resplandecientes vestiduras, y acompañada de un venerable anciano que le dijo ser el apóstol Santiago; entre los dos le habían sujetado por los brazos, para librarle de la muerte y que no recibiera el menor daño. Le alimentaron durante cinco días, prodigándole toda clase de consuelos y de ternuras.
Los padres, radiantes de júbilo, corrieron a dar cuenta del milagro a la autoridad suprema del país. Pero este personaje, que se hallaba a la mesa comiendo, negóse a creer que estuviese vivo después de cinco días de ahorcado, y les dijo. señalándoles un pollo asado que estaba sobre la mesa: «Tan imposible es que este pollo resucite como que vuestro hijo viva».
Al momento, ante su vista, el pollo se levantó de la cazuela, y batiendo las alas, voló, diciendo: «Prodigioso es, el Señor en sus santos».
Atónitos, se trasladaron todos inmediatamente al lugar donde estaba el ahorcado, y lo encontraron con vida, y descolgándolo, se lo entregaron a los padres. Ante aquel milagro divino, revelador de la inocencia del muchacho, el juez revisó la causa, tomando declaración a la hija del hostelero, que, acosada ante las preguntas del tribunal, confesó su crimen, siendo ella condenada a muerte en la horca. Pero los buenos padres del muchacho, no queriendo ensombrecer con ninguna muerte la prodigiosa salvación de su hijo, acudieron a suplicar al tribunal el indulto de la joven, consiguiendo por su intercesión que fuera conmutada por la pena de cortarle el pelo y vestirla con hábito de monja, y así permaneció toda su vida haciendo penitencia para conseguir el perdón de su delito.
Al muchacho le tomó el obispo bajo su protección, y con él y con sus padres llegaron a dar gracias ante el sepulcro del apóstol Santiago, que le había protegido durante su vida, y allí se hizo presbítero y vivió santamente, glorificando a Dios hasta el fin de sus días.

lunes, 11 de agosto de 2008

CATARATAS DEL IGUAZU

La leyenda guaraní sostiene que fue obra de un dios celoso de una bella muchacha llamada Naipú, que vivía a orillas del río y de quien se había enamorado. Pero Naipú prefirió los amores de un mortal, y se marchó con su amante en una canoa. El dios, enfurecido, produjo las cataratas para detenerlos.

En 1541, el adelantado Alvar Núñez Cabeza de Vaca descubrió los "Saltos de Santa María" mientras cruzaba la costa atlántica desde el estado brasileño de Santa Lucía hasta Asunción del Paraguay. Formadas por más de 3 kilómetros de saltos de una altura media de 80 metros, las Cataratas -en guaraní "agua grande"- del Iguazú minimizan a las del Niágara, especialmente por su tamaño y colorido.

El río Iguazú, que nace en la zona brasileña de la Serra do Mar y fluye hacia el oeste en un curso sinuoso de 500 kilómetros para desembocar en el Paraná, arroja su caudal
de agua desde una altura de 70 metros a través de 275 saltos diseminados en forma de media luna. Prácticamente todos se encuentran en territorio argentino, porque el
límite pasa por la descomunal Garganta del Diablo, un desfiladero con paredes de agua de 150 metros de ancho por 700 de largo. Para acercarse a este salto, lo mejor es hacerlo en un bote neumático desde Puerto Canoas, sin ningún riesgo ya que, lamentablemente, la pasarela de Puerto Canoas a la Garganta del Diablo se perdió por causas naturales.

Dentro del Parque Nacional Iguazú, el río se ensancha 1.500 metros y tuerce hacia el sur, para luego retomar hacia el norte, formando una enorme U que contiene la gran falla que da lugar a un abrupto desnivel en el terreno. En esta curva abundan islas e islotes que fragmentan el río en numerosos brazos; cada uno de ellos dará lugar a un salto al llegar al barranco.

Como bien se dice en la región: "Argentina pone el espectáculo y Brasil cobra la entrada", porque para tener una visión de conjunto conviene cruzarse unas horas al país vecino. Sin embargo, para conocer los saltos de cerca y observar la increíble variedad de plantas y aves, lo mejor es explorar detalladamente las pasarelas y senderos argentinos.

Cuatro horas es lo mínimo que se requiere para recorrer los varios kilómetros de pasarelas. El paseo se divide en dos circuitos: el Inferior -cuya extensión es de 1 kilómetro y requiere más de una hora de caminata- y el Superior. Este último, tiene 700 metros de largo y recorrerlo lleva cerca de 30 minutos, es ideal para los amantes de la flora y el más descansado, ya que no hay que trepar y uno no corre peligro de mojarse. Conviene hacerlo a la mañana y dejar el Inferior para después de almorzar.

Es recomendable desembarcar en la isla San Martín, el peñón incrustado en el centro de los saltos más importantes donde se filmó gran parte de la película La Misión. Vale la pena, sobre todo para ver el salto Escondido y La Ventana, una extraña formación rocosa donde anidan los "jotes" (pajarracos enormes tipo buitres que sobrevuelan las
cataratas).

El Parque Nacional Iguazú ocupa 55.000 hectáreas de selva tropical que alberga más de 2.000 especies conocidas de plantas, 400 variedades de aves -la tercera parte del total de las argentinas- y una serie de animales típicos, como el yaguareté, los lagartos o yacarés, coatíes, puercoespines, carpinchos, monos y hasta los auténticos macucos -especie de pavas de monte, que le dieron el nombre al sendero.

Ideal para recorrerlo en mountain bike, el Sendero Macuco es una picada de 4 kilómetros ubicada dentro del Parque Nacional, que atraviesa uno de los ambientes naturales más ricos del país.

Con la colaboración de Eduardo Sosa, de la Universidad
Nacional de Misiones, Argentina.

jueves, 7 de agosto de 2008

La Leyenda de Pegaso

Pegaso es un caballo alado. Su nombre proviene de la palabra griega phgh, que significaba manantial, pues se decía que había nacido en las fuentes del Océano.

Hay varias versiones de su nacimineto. Por un lado se decía que había nacido del cuello de la Gorgona, cuando Perseo la mató en el mar. En esta perspectiva, resulta que su padre es Poseidón, y Crisaor su hermano gemelo.

Otra versión sostiene que nació en la tierra, fecundado por la sangre derramada de la Gorgona, cuando Perseo la mató.

Una vez que nació, Pegaso fue al Olimpo, donde se puso a las órdenes de Zeus, al llevarle el rayo.

El papel de Pegaso más importante es en la leyenda de Belerofonte, sobre la que hay diversos argumentos. Por un lado, se decía que Pegaso había sido regalado a Belerofonte por la diosa Atenea (diosa de la sabiduría), pero según otras historias fue Poseidón el que dio el caballo a Belerofonte. También se contaba que el héroe lo había encontrado, cuando bebía en la fuente de Pirene.

Fue gracias a Pegaso que Belerofonte pudo matar a la Quimera y lograr por sí solo la victoria sobre las Amazonas.

Cuando Belerofonte muere, Pegaso volvió a la morada de los dioses. Tiempo después, se dio el concurso de canto que enfrentó a las Musas con las hijas de Píero. El Monte Helicón estaba muy complacido por la belleza de las voces, por lo que empezó a crecer amenazando con llegar al cielo.

Al ver el peligro, Poseidón le ordenó a Pegaso que fuera y golpeara a la montaña con uno de sus cascos para ordenarle qe volviera a su tamaño normal, a lo que la montaña obedeció dócilmente. Pero, en el lugar donde Pegaso la había golpeado brotó la Fuente Hipocrene, o Fuente del Caballo.

Por último, Zeus lo convirtió en Constelación, para que fuera eterno. Cuando esto sucedió, un pluma de sus alas cayó cerca de Tarso, y así la ciudad adoptó su nombre.